Las ‘fintech’ proliferan y ofrecen nuevos productos personalizados. Los bancos pueden ser intermediarios de estas mejoras cediendo los datos a terceros a través de la banca abierta, un modelo sustentado en gran medida en APIs que atiende a diversas regulaciones. Una oportunidad y un reto para que el sector bancario viva la revolución definitiva de los datos.
Los nuevos paradigmas culturales y empresariales han hecho que el adjetivo abierto se adhiera a conceptos claves para el avance de la tecnología, como la innovación abierta y el software de código abierto. En este nuevo horizonte, los bancos también se han dado cuenta de que tienen que abrirse a una economía más colaborativa y a nuevos modelos de negocio, o lo que es lo mismo, al open banking.
Este nuevo modelo implica que los bancos compartan los datos de sus clientes con terceros, con los correspondientes permisos de privacidad, para ofrecer servicios más personalizados; algo que demanda el usuario del siglo XXI. “Las nuevas generaciones quieren procesos digitales. Ahora lo experimentamos todo de una forma más abierta gracias a una digitalización que está marcando todas las industrias”, indicó Carlos López–Moctezuma, Global Head New Business Models, open banking and Innovation de BBVA, durante el último BBVA Open Talks Global celebrado el pasado 29 de octubre, ‘Unboxing the new way of banking, Open Banking’.
En 2015, el gobierno británico promovió la creación del Open Banking Working Group (OBWG). Su objetivo era responder a la necesidad de un nuevo modelo de negocio que estableciera cómo regular el intercambio de datos en el sector financiero con terceros. Nacía así el término open banking, una revolución que adquiría nombre propio, aunque ya llevara algunos años personándose.
“Siempre han existido proveedores, pero las industrias eran más verticales y menos colaborativas“, recordó López-Moctezuma durante el Open Talks. Sin embargo, hubo un momento en el que empezaron a aparecer cada vez más actores en el sector bancario. “La competencia se multiplicó y empezamos a ver infinidad de compañías de tecnología y ‘fintech’ que ofrecían productos diferenciadores en distintas partes de la cadena de servicios”, explicó el experto. Además, había más información de los clientes y ceder esos datos a terceros, siempre con el consentimiento de los usuarios, podía ayudarles a ahorrar, hacer transferencias, optimizar la gestión de sus empresas, invertir mejor su dinero y agilizar procesos.
A la postre, como resumió López-Moctezuma, “si hay un nuevo menú en el que se pueden escoger esos otros servicios, ¿qué necesita la banca para adaptarse a este escenario? Crear experiencias que vivan donde los clientes lo necesitan”. Por eso, “hemos pasado de que el cliente vaya al banco a pedir lo que quiere a tener que estar allí antes para ofrecérselo, o para que se lo ofrezca un tercero a través de nosotros”, explicó Carmela Gómez, Global Head of Open Banking en BBVA.
Por ejemplo, “si está adquiriendo algo ‘online‘ y al final del proceso de compra necesita apoyo en financiación, tenemos que ser capaces de insertar los servicios financieros en su ‘journey’ diario”, añadió. Para ello, BBVA se ha sumado a la banca abierta ofreciendo APIs en distintos países a través de BBVA API_Market, una plataforma que permite encontrar la API que mejor se adapta a las necesidades de cada negocio según país, sector y tipo de empresa.
Además de una necesidad, tenían que darse las circunstancias adecuadas. Gómez explicó que “el cambio en el marco regulatorio, la transformación cultural de los clientes y la tecnología que había disponible ayudó a transformar una posible amenaza en una oportunidad”. La palabra que se repite constantemente unida a open banking es API.
Una API, abreviación de ‘Application Programming Interfaces‘, es una interfaz que permite la conectividad y el intercambio de datos entre dos partes: por ejemplo, entre un banco y una ‘fintech’. Junto con otros avances como la computación en la nube, los pagos digitales o el ‘blockchain’, es una de las tecnologías en las que se sustenta la banca abierta.
Gracias a ello, el banco empezó a crear nuevos modelos comerciales. “Tenemos un modelo de API para hacer ‘partnerships’ donde podemos poner servicios bancarios a disposición de una plataforma, para que sus usuarios hagan uso de esos productos”, indicó la experta. Este es el caso de la colaboración con Uber, gracias a la que BBVA fue un banco pionero al lanzar el primer producto financiero en una aplicación de movilidad.
Juan Carlos Rodríguez, Head of Payments Latin America en Uber, explicó el lanzamiento de un nuevo producto: “Una ‘co–brand card’ para que, además de acelerar y simplificar los pagos para que los conductores tengan acceso muy rápido a un flujo de efectivo ante emergencias, también dispongan fácilmente de productos bancarios”.
Además, BBVA ofrece otro tipo de APIs que pueden ser utilizadas “como un canal para que nuestros clientes corporativos consuman sus propios servicios“, señaló Gómez. También, “con el ‘banking as a service’, el banco ayuda a que terceras partes que necesitan montar una solución financiera puedan apoyarse en piezas ya disponibles de BBVA”.
La palabra API se ha repetido mucho, pero no todos los servicios de open banking fluyen a través de esa tecnología y este es uno de los errores que intenta paliar la regulación de la banca abierta. Una regulación que arrastra un proceso tedioso que dura años y que varía según el país y el continente.
“En Europa, la regulación obliga a que los bancos tengan que compartir los datos si el cliente lo ha consentido. Sin embargo, la norma no exige que se desarrolle una API. Si no hay API, los terceros acceden a los datos de los clientes de otra manera: por ‘screen scrapping’”, explica en entrevista Jesús Lozano, mánager de Digital Regulation en BBVA, que además participó en el evento. A diferencia de la API, que filtra únicamente los datos necesarios, el problema con ‘screen scrapping’ es que el tercero puede acceder a todos. “Podría incluso ver los mensajes del cliente con el gestor”, indica el experto.
Por eso, una API es un acceso más seguro y automatizable, como explica Lozano: “Permite al tercero identificarse como tal ante la entidad y se puede ajustar la información a la que realmente necesita tener acceso”.
En el caso de México, “la regulación vigente busca mejorar los servicios financieros para todos los sectores y estandarizar los datos, un proceso que se inició en 2018″, indicó Lorenza Martínez, Payments, Finance & Risks Lead en Accenture México. Actualmente, “se han publicado las leyes de datos abiertos y se esperan nuevas normativas para finales de año de datos transaccionales”, añadió.
Las diferentes modalidades de open banking y los diferentes marcos regulatorios por países generan inconsistencias y riesgos. Por ejemplo, no todos controlan el tipo de empresas que pueden actuar como un tercero. “Por ejemplo, en México ni siquiera necesitas una licencia para dar información”, dice Lozano.
Según la experta de Accenture, “tras el coronavirus la banca abierta ha despegado en algunos mercados clave y ahora va mucho más allá de su sector: afecta a seguros, automoción, viajes, comercio minorista, etc.” Por eso, Martínez mira al futuro considerando que “toda esta gestión de los datos es importante para pensar hacia dónde vamos a evolucionar como sociedades y como economías globales”. En los próximos años se terminarán de sentar las bases para un open banking que ya ha transformado el ecosistema. De momento, entra: la puerta de tu banco está más abierta que nunca.