Encontrar el bienestar financiero es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan las ‘startups’. Elementos como el flujo de caja, (‘cash flow‘, en inglés) permiten analizar la situación financiera de la empresa. Pero ¿cómo se puede calcular y controlar para garantizar la viabilidad de la ‘startup’?
El objetivo de toda empresa emergente, independientemente de su etapa de crecimiento, pasa por contar con unas finanzas equilibradas. Y uno de los elementos que mejor indica la viabilidad de una empresa de alto crecimiento, así como sus posibilidades de desarrollo, es el denominado flujo de caja, o ‘cash flow’.
El flujo de caja es el indicador de referencia que muestra el resultado de tesorería (entradas y salidas de caja netas) durante un determinado periodo de tiempo. A través del análisis del flujo de caja, los responsables de la ‘startup’ o futuros inversores pueden tener una radiografía de la capacidad para generar liquidez de la compañía.
No obstante, este indicador no solo permite a los emprendedores conocer la situación actual del negocio, sino medir los próximos pasos a seguir para garantizar su sostenibilidad. Con un análisis correcto del flujo de caja y su previsión, la empresa puede evaluar la posibilidad de realizar nuevas inversiones, prepararse ante una futura escasez de liquidez o buscar nuevas vías de financiación.
Según el origen de la tesorería, es posible calcular diferentes tipos de resultado de flujo de caja:
Para medir el ‘cash flow‘ de una empresa es esencial determinar, en primer lugar, un periodo de tiempo. El tramo recomendado del análisis es de un trimestre, pero se puede ampliar al año. Una vez dado este paso, el emprendedor debe reunir todos los ingresos (ventas, préstamos concedidos, cobro de deudas), así como todos los gastos derivados de la actividad (alquiler de oficinas, salarios, comisiones…).
Una vez realizada esta labor de recolección, los datos son plasmados en una hoja de cálculo. Las columnas corresponden a los meses y las filas a los ingresos y gastos. El resultado saldrá de la diferencia entre ambos conceptos y permitirá observar tanto el saldo neto de caja (la liquidez generada cada mes), así como el saldo acumulado de caja, es decir, la tesorería acumulada durante el periodo analizado.
Trasladado a una simple definición, el flujo de caja es el resultado de la diferencia entre las entradas y las salidas de tesorería. Si el dato resultante es positivo, la empresa tiene la capacidad de pagar a sus proveedores, devolver sus préstamos, remunerar a accionistas y empleados o realizar futuras inversiones por los remanentes de liquidez generados. Si es negativo, es posible que los márgenes de los productos sean demasiado bajos, o que los gastos generales sean demasiado elevados. En empresas emergentes, el flujo de caja negativo es habitual, pero si la situación se cronifica, es posible que quiebren o sean vendidas a no ser que existan inversores dispuestos a inyectar más dinero.
En periodos de incertidumbre o inestabilidad económica, las ‘startups’ se enfrentan al reto de mantener un saldo positivo. Alcanzarlo no solo muestra el buen desarrollo de la empresa, sino que sirve de argumento para atraer a inversores, llevar a cabo procesos de expansión o acceder a diferentes productos financieros ofrecidos por actores que impulsan el ecosistema emprendedor como BBVA Spark. Y existen varias vías para conseguirlo:
Para las ‘startups’, contar con una buena salud financiera resulta clave para que el proyecto disponga de la fortaleza necesaria para hacer frente a imprevistos o acometer nuevas estrategias de crecimiento. Utilizar la perspectiva ofrecida por el análisis de un flujo de caja permitirá ver con claridad el horizonte que le espera a la compañía.