Los aparatos electrónicos desechados son un problema creciente con un gran impacto medioambiental. Para afrontarlo, usuarios y empresas deben promover la reutilización y dar el primer paso en el reciclaje. Algunos emprendedores se lo ponen fácil: sus proyectos promueven la circularidad de la basura electrónica para que la tecnología sea más sostenible.
Oro, plata, cobre, silicio, aluminio, estaño, litio… Pocas veces reparamos en ello, pero el ‘smartphone’ que tenemos entre manos alberga numerosos elementos químicos. A los pocos años, esos valiosos materiales quedan, en muchas ocasiones, relegados al fondo de un cajón. Además de móviles, otros muchos aparatos son desechados: cada año se generan en el mundo 53,6 millones de toneladas de basura electrónica (7,3 kilos por persona), una cifra que crecerá hasta los 74 millones en 2030, según el ‘Global E-Waste Monitor’.
En la Unión Europea, se reciclan en torno al 40% de esos desechos. Mientras tanto, en América Latina el 97% son gestionados de forma inadecuada, pese a que la recuperación de sus materiales podría suponer un negocio de 1.700 millones de dólares (unos 1.500 millones de euros) anuales. «Estos desechos tienen un gran impacto en el medioambiente si no se gestionan de forma adecuada», afirma Laura Alonso, directora general de European Recycling Platform (ERP) España, un sistema de gestión de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, pilas y baterías. «Su reciclaje evita la sobreexplotación de recursos naturales, disminuye la huella de carbono y reduce la contaminación», apunta.
Un informe de la ONU indica que las prácticas inadecuadas de reciclaje de basura electrónica, como las que se siguen en los vertederos de países emergentes, contaminan gravemente el agua, el aire y los suelos. Además, su desmantelamiento inadecuado expone a sus trabajadores a sustancias peligrosas para la salud, según el CSIC.
Para abordar este desafío de grandes proporciones, desde BBVA Open Innovation repasamos las claves de la adecuada gestión de los aparatos electrónicos que los emprendedores deben conocer y descubrimos a los expertos que les dan una segunda vida.
Seguir el principio de que el mejor residuo es el que no se genera es la primera recomendación de todos los entrevistados. Por ello, la Unión Europea aprobó en 2020 el Plan de Acción de Economía Circular, que incluye medidas para frenar la obsolescencia programada de productos tecnológicos, primar el diseño ecológico y favorecer el derecho a reparar. En esencia, se trata de difusión de manuales y garantías de reparación con herramientas convencionales. Por su parte, en América Latina se ha impulsado la Coalición de Economía Circular, con iniciativas en este ámbito.
Más allá de abogar por la reparación de aparatos estropeados, que se espera sea cada vez más sencilla, las compañías que necesiten dispositivos con otras prestaciones deben primar la reutilización de los antiguos. Un reto según Alonso es el «efecto tesoro», es decir, conceder a antiguos dispositivos, como los ‘smartphones’, un valor económico que ya no tienen y conservarlos por si fuera necesario recurrir a ellos en el futuro. Por ello, la concienciación sobre la importancia medioambiental y social de la recuperación es fundamental.
Para la reutilización hay dos vías principales: donar los equipos a quienes los necesitan y reducir la brecha digital o venderlos a otras empresas. Esa es la base del mercado de reacondicionamiento al que se dedican compañías como MercadoIT, que recompra equipos de telecomunicaciones e informática profesionales, los reacondiciona (repara y testea) y los vuelve a poner en circulación en otras empresas, a las que se los vende o alquila. «Se reduce el coste de acceder a equipos de calidad y se ofrece tecnología ya probada», resume Jaume López, cofundador y director de desarrollo empresarial de MercadoIT.
Además del reacondicionamiento de dispositivos, que incluye borrado de datos, diagnóstico y reparación, la compañía ofrece mantenimiento para prolongar la vida útil y garantías propias. «Estamos entre dos sectores, la tecnología y la sostenibilidad, que tienen que crecer», vaticina López.
Cuando el aparato electrónico es desechado, llega el momento de reciclarlo. En España, los usuarios pueden depositar sus residuos en tiendas de electrodomésticos y en una amplia red de puntos limpios. En el caso de empresas, Laura Alonso, la responsable de ERP España, aconseja que utilicen los mismos canales para pequeños volúmenes, siempre que las ordenanzas de cada municipio lo permitan, o soliciten la recogida a compañías que les proporcionen nuevos equipos.
ERP es un sistema colectivo de responsabilidad ampliada del productor (SCRAP), entidades sin ánimo de lucro constituidas por fabricantes que en España canalizan la gestión. En esencia, tras su recopilación en los puntos de recogida, los residuos se separan por tipología, se descontaminan para eliminar sustancias nocivas y se tratan en plantas específicas. «Los materiales más interesantes de ordenadores y portátiles son metales preciosos y tierras raras, pero su extracción y separación es compleja: tiene un alto coste y requiere procesos avanzados», detalla Alonso. El mencionado derecho a reparar puede ser una ventaja, indica la experta: «Que los aparatos se diseñen para facilitar el desmontaje favorece la separación cuando llegan a la planta de reciclado».
Una muestra de emprendimiento verde y social en este ámbito es La Hormiga Verde, un centro especial de empleo —la práctica totalidad de sus 35 trabajadores tienen discapacidad— situado en Extremadura (España). «Recogemos basura electrónica de instituciones, centros educativos, empresas y puntos limpios y tenemos una red propia de recogida», detalla Ignacio García, gerente y fundador. Además de tratar los residuos, de los que recuperan casi todos los materiales para la venta, innovan fabricando mobiliario con los plásticos extraídos a partir de elementos como CD. «El reciclaje es una fuente de creación de empleo», afirma García, que ya planea la expansión a otras regiones.
Más allá de los propios aparatos, las pilas y acumuladores siguen su propio camino de gestión. Estos residuos están cobrando cada vez más importancia con el fuerte aumento de la demanda de baterías de litio, principalmente con el despegue del coche eléctrico. De hecho, la Unión Europea pretende tanto promover su producción en la región como fijar requisitos para que contengan un mínimo de materiales reciclados e impulsar su economía circular.
A eso se dedican en BeePlanet Factory: reutilizan baterías de coches eléctricos para crear sistemas de almacenamiento de energía con aplicaciones residenciales, comerciales e industriales. Entre otras iniciativas, han puesto en marcha junto a Iberdrola puntos de recarga de estos vehículos alimentados con baterías de otros. Cada uno de ellos está constituido por un contenedor marítimo de segunda mano, que aloja baterías de 14 vehículos eléctricos ya usadas. Estas baterías actúan como sistema de almacenamiento para dar una potencia de 100 kWh durante dos horas a cuatro vehículos. De esta forma, sirven como respaldo a los puntos de recarga tradicionales.
«Entendimos que era necesario afrontar el reto de la sostenibilidad en el transporte desde una perspectiva disruptiva», explica Jon Asín, cofundador y CEO de BeePlanet. La combinación de tecnologías es su punto fuerte. En concreto, utilizan ‘hardware’ para que las baterías conformen una única solución de almacenamiento, analítica de datos y aprendizaje automático para la selección de materias primas y supervisión de los equipos, además de electrónica de control con el fin de lograr «una gestión de energía inteligente y personalizada».
Para cerrar el círculo de la reducción, reutilización y reciclaje de aparatos electrónicos, son piezas clave la innovación para mejorar esos tres pasos y la concienciación sobre su importancia. El primer granito de arena está en la palma de nuestra mano: en lugar de encerrar el ‘smartphone’ en un cajón, podemos teclearlo durante más tiempo o ayudar a que reviva en otros bolsillos y dispositivos.